El fanatismo religioso musulmán tiene su origen, no tanto en criterios del Corán, como en cuestiones culturales. Yo pasé mi viaje de novios en Marruecos y recuerdo que aquello era como regresar a la Edad Media. De acuerdo en que ahora tienen coches, teléfonos móviles y ordenadores, pero la mayor parte de la población apenas utiliza esos aparatos. Siguen viviendo como vivíamos nosotros en el siglo XV, muchos sin agua corriente o electricidad y negándose a entrar en la modernidad. ¿Cómo pasar de golpe al siglo XXI, cuando ni siquiera has tenido una Ilustración o una revolución industrial propia? Las fábricas se pueden importar, pero la cultura sigue siendo la misma.
No es extraño que algunos, conociendo superficialmente lo que significa la civilización moderna, se nieguen a abandonar sus costumbres de siempre. Han emigrado, han vivido en países europeos y han sido testigos de nuestra degradación moral. No comprenden, como es natural, que se permita la adopción a las parejas homosexuales o que cualquiera pueda liarse con cualquiera como si se tratara de un deporte más. En ese sentido, los entiendo perfectamente, aunque no les justifico. Si en Europa y EE.UU. siguiéramos siendo buenos cristianos, no tendríamos tantas diferencias con un buen musulmán o un buen judío, ya que el fondo religioso es el mismo. Pero es lógico que no quieran volverse como nosotros con el tiempo.
Por supuesto, nada justifica el asesinato y el Corán es el primero que lo condena. Esos jóvenes terroristas ni siquiera conocen bien sus propios credos o no los aplican. Cuando la violencia se adueña del corazón de las personas ya no cabe ningún razonamiento. Cuando el modo de vida se basa en la extorsión y el asesinato, ya no es una cuestión ideológica, sino de poder. Se trata de dominar al otro y obligarle a comportarse como se desea y eso no hay ninguna religión que lo admita. Por tanto, no confundamos a los musulmanes con los criminales que dicen representarlos. Pero tampoco seamos demasiado magnánimos a la hora de perseguir el terrorismo. Ellos no responden a buenas palabras y tampoco nos darían una oportunidad. Esperemos que las revoluciones en estos países no les conduzcan al fundamentalismo.