Vivimos en una cultura obsesionada con eliminar el dolor. Sin embargo, eso es imposible. Especialmente porque el dolor es el síntoma de que pasa algo en nuestro cuerpo. Si nos torciéramos un tobillo, por ejemplo, y no nos doliera no le haríamos ni caso y no se curaría. También el embarazo es una fuente de dolores en muchos casos: náuseas, ardor de estómago, ciática... La única manera de evitarlos sería no quedarse embarazada. Por no hablar del famoso "parto sin dolor", que es una entelequia. A mí me han puesto la epidural dos veces y vaya cómo duele el pinchazo. Además los dolores anteriores no te los quita. Aún así, por supuesto, vale la pena sin dudarlo.
Los médicos obsesionados en evitar el dolor tienen el riesgo de preferir la muerte, ya que es la única de existencia indolora que existe. Pero, mientras exista posibilidad de curación, tanto el enfermo como el médico tienen la obligación de intentarlo, aunque sólo sea por sus seres queridos. Una vez que esté deshauciado, corresponde al paciente y familiares decidir cómo quiere pasar el proceso; no a los facultativos (siempre que no suponga acabar con su vida). También el dolor psicológico es duro de soportar, pero a veces es muy necesario; para desarrollar la empatía, es decir la commiseración con el dolor ajeno; o para aprender a valorar más lo que se tiene. Un psicólogo que sólo quiera evitar el sufrimiento tampoco les hace un favor a su pacientes.