Vivimos en la cultura del exceso. Cuando era pequeña, íbamos al cine y tomábamos bolsas de palomitas. Ahora son cubos que a veces consumen entre dos personas, aunque aún así resulta demasiada cantidad. Luego, tanto hablar de la alimentación equilibrada, cuando las palomitas del cine contienen grasa y, sobretodo, mucha sal y son bastante indigestas en general. No es que no me gusten, pero en una cantidad razonable. Tampoco entiendo ese afán por coger las bebidas en tamaño grande, si luego se acaban dejando la mitad o tienen que salir al servicio durante la película. Parece que se trata de no parecer un pobretón; porque además hay gente que gasta más dinero en las palomitas que en la entrada, y luego dicen que el cine está caro... El cine con exceso de aperitivos, desde luego.
Pero es que seguimos teniendo una mentalidad de sociedad rica dada al despilfarro. Por suerte, ya no nos podemos permitir cambiar de coche cada dos años. Se acabó el comprar pisos para venderlos por el doble de su valor, perjudicando a terceros. Pero, todavía nos queda la mala costumbre de abusar de las palomitas en el cine. No es tan fácil desandar lo andado. Luego, está de moda hablar de ahorro de energía y de contaminar menos, cuando lo cierto es que cada vez tenemos más aparatos electrónicos en la casa y televisores más grandes. Así que, ya está bien de hipocresía; o somos consecuentes, o mejor nos callamos. Estoy cansada de la doble moral de nuestra sociedad en ese tema como en todos. Existe una disociación cada vez mayor entre lo que se dice y lo que se hace en España.