Hay un secreto que llevo guardando varios meses: este verano estuve en el hospital con una diverticulitis y me aconsejaron hacerme una colonoscopia. Finalmente, me hice la prueba en noviembre y resultó bastante bien. Tengo divertículos, colon espástico y una válvula incompetente, pero nada grave. Confieso que he estado todo este tiempo muy angustiada pensando en la posibilidad de tener un tumor maligno. No me importan las molestias crónicas. Estoy acostumbrada. Pero no me siento capaz de afrontar un tratamiento tan duro y de final incierto. Soy débil, me temo, a pesar de toda mi fe. Además creo que mi familia depende mucho de mí y no me sentiría capaz de dejarlos de lado para centrarme en mi curación.
Gracias a Dios, de momento no me veo enfrentada a esa tesitura. Por eso, me siento como si me hubieran concedido una prórroga, aunque realmente sobre el futuro que nos espera nunca se puede estar seguro. Así que hoy afronto el 2011 con más ilusión de lo que es habitual en mí por estas fechas. Al fin y al cabo, con el tiempo, incluso los problemas más insalvables a veces acaban llegando a una solución y, como bien se dice, mientras hay vida hay esperanza. Así que, aquí estoy yo todavía con energía renovada, dispuesta a seguir dando la batalla por la vida un año más y lo que haga falta, o los que Dios quiera concederme. A veces hace falta sumergirse hasta el fondo para poder emerger con más fuerza.
Debido al exceso de entradas, vuelvo a publicarlas de dos en dos, una propia y otra copiada.