Creo que me ha dado la crisis cerca ya de los cuarenta y cinco. Por suerte, tengo mi vida hecha, mis hijos criados (al menos, en teoría), las ideas claras. No quiero ni pensar qué pasaría si tuviera que empezar ahora a formar una familia, como hacen tantas personas de mi edad, o incluso una segunda familia, después de fracasada la primera. No sé qué fue de la persona fuerte y animosa que era yo a los veinte años. A pesar de mis inseguridades y mis problemas, siempre intentaba llevar la vida con optimismo. Incluso cuando me falló el trabajo, y cuando tuve hijos y se pasaban la vida enfermos; cuando no era uno, era otro; cuando no era bronquitis, era un esguince. Sin embargo, yo conseguía mantener la sonrisa, aunque estuviera preocupada, cansada o triste. Me gustaría recuperar esa fortaleza de espíritu.
Pero ahora que esa etapa está superada, curiosamente, me siento mucho más débil. Tal vez porque no estoy bien de salud, aunque nunca he sido muy saludable tampoco. Quizás porque ya no está todo en mis manos como antes. Yo ya hice mi parte y sólo me queda contemplar los resultados. Puede que sea simplemente la crisis de los cuarenta, algo atrasada. Siempre he tenido tendencia a la melancolía pero sabía sobreponerme. En este último año, me ha ganado varias veces la batalla. Puede que sea algo químico, biológico y no haya nada que yo pueda hacer al respecto. Quiero pensar que no, que todavía tengo la llave de mis propias emociones. Espero que el año 1011, con su nueva década, me devuelva las fuerzas que he perdido y me enseñe a conservarlas siempre.