Dice un estudio que cotillear es bueno para las relaciones sociales. En cierto modo, lo entiendo, porque poder conocer experiencias ajenas permite hacer comparaciones y sacar conclusiones sobre temas personales. Sin embargo, cuando la gente empieza a estar más enterada de esas historias que de las propias, entonces podemos decir que se trata de una enfermedad social bastante nociva. Las televisiones en España son un ejemplo claro de cómo puede degenerar la simple curiosidad en morbo y crear un espectáculo denigrante. Programas como Sálvame o la Noria y los reality shows, explotan las emociones más primarias del ser humano como medio para hacer negocio, a costa, a menudo, de los sentimientos más intimos de personas conocidas por el gran público.
Sin embargo, hay que reconocer también que muchos famosos ganan más dinero por este comercio que por su trabajo. Así que, en la mayoría de los casos, no pueden ser considerados víctimas sino cómplices del asunto. Porque, cuando se trata de dinero, desaparecen automáticamente las diferencias de educación, de clase o de profesión. Así, se puede comprobar cómo en los grandes saraos y bodas importantes, aparecen ya sin ningún pudor, tanto artistas como políticos, deportistas, toreros o gente de la realeza. Los que no se pueden ni ver en realidad, comparten las bandejas de gambas con cualquiera que sobrepase un número determinado de ceros en la cuenta corriente. Al final, el dinero es lo único que cuenta.