Eso le decía el Ángel a una de las primeras iglesias cristianas en una lectura del Apocalipsis. La tibieza viene a ser también la enfermedad de los cristianos actuales. En España, la mayoría de los niños siguen haciendo la Primera Comunión, más por una cuestión de rito social que por convencimiento. La mayoría de los matrimonios también siguen siendo por la Iglesia; lo cual no impide que, pasado un tiempo, se divorcien e incluso se vuelvan a casar por lo civil con otras personas. El cristianismo actual es absolutamente tibio. Está mediatizado por la moda, la costumbre y lo políticamente correcto. De ese modo, hemos pasado a ser poco más que católicos de carnet. (Que sólo tienen un certificado).
Pero ese cristianismo que no da la cara y no se compromete es a veces más dañino que el mismo agnosticismo. Da una imagen de cara a la sociedad de personas hipócritas, cuyos valores dependen de las circunstancias. A veces, pienso que más valdría que fuéramos la mitad de católicos pero más consecuentes. Un cristiano puede ser socialista, siempre que sea moderado, es decir, socialdemócrata. Pero un buen católico no puede aceptar en nombre de una ideología la adopción de niños por parte de parejas homosexuales; ni mucho menos, el aborto o la eutanasia. Esas cuestiones son absolutamente incompatibles con la pertenencia a la Iglesia, y no negociables, porque afectan a la familia y a la vida.