Se trata de un problema administrativo y jurídico que, parece ser, que a nuestro gobierno no le importa lo más mínimo. España es unos de los pocos países del mundo donde los hijos conservan los apellidos de ambos padres por orden. Así ha sido desde siempre. Sin embargo, ahora resulta que se pueden variar de posición a su antojo. Eso significa que puede haber hermanos de sangre con apellidos diferentes, por no hablar ya de los primos y hermanastros de una u otra parte. De este modo, en poco tiempo, el registro civil se va a convertir en un galimatías no apto para cardiacos. Pero eso, naturalmente, no les preocupa a los socialistas, ya que ellos no van a tener que descifrarlo.
Dicen los genetistas que, en pocas generaciones, la mayoría de los españoles se apellidarán Abad, mientras que sin embargo Zapatero pasará al olvido. No puedo decir que lo sienta, pero me parece un problema absurdo y ridículo. Nos va a pasar como a los musulmanes, los cuales tienen por costumbre utilizar un número muy limitado de nombres. Por tanto, los hijos mayores de todas las familias suelen llamarse Mohamed, y así sucesivamente. Todo ello, hace muy difícil crear un censo fiable de la población. Para una cosa que teníamos que funcionaba bien, tenían que venir estos a cambiarlo, en nombre de una igualdad mal entendida. A ver si descansan una temporada y nos dejan tranquilos.