Esa fecha corresponde a la misa del día cinco de octubre. Se llama así por ser un día relacionado con la cosecha, en el que se agradecía la anterior y se pedía por la siguiente. Hoy en día se considera un día dedicado al perdón, el agradecimiento y las peticiones personales. Se trata precisamente de aquellas cosas que no nos atrevemos a pedir, precisamente porque pensamos que no somos dignos de ellas, o que son imposibles de conseguir, sin tener en cuenta que Jesucristo dijo: "pedid y se os dará". Hay veces en que simplemente descartamos la posibilidad de poder mejorar nuestra vida y de ese modo nos estamos perjudicando seriamente. En especial, cuando lo que damos por imposible es algo que no afecta a todos. Y a quién mejor podemos pedirle intercesión que a nuestros fieles difuntos.
Por eso yo no dejo nunca de pedir por el fin del aborto. Tampoco en el siglo XIX se veía como posible acabar con la esclavitud y, sin embargo, ahora es una historia del pasado. Lo que está claro es que las cosas no pueden cambiar si no ponemos nada de nuestra parte y, aunque no sea más, la oración está al alcance de todos. Unos minutos de oración al día pueden hacer mucho más de lo que suponemos. Como mínimo son un medio de consuelo y una ayuda psicológica gratuita. Mantener viva la esperanza es la mejor manera de conseguir estar cada día más cerca de nuestros objetivos, por muy alocados que sean. Por eso, yo no dejo pasar ni un solo día sin seguir pidiendo cosas que pueden parecer no realistas, pero para Dios nada es imposible. Y el día de hoy es el más apropiado para dirigir nuestras plegarias a todos los Santos.