Éste es un post que lleva rondándome la cabeza años y nunca me había decidido a escribir. Se habla a todas horas de la violencia "de género", con lo cual por supuesto se trata de culpabilizar a todos los hombres por unos cuantos. Se hacen campañas cada día pero el resultado es que cada vez se dan más casos. El problema de la violencia en la familia no viene únicamente del machismo. Es mucho más complejo. Para empezar, no se puede estar favoreciendo el sexo sin compromiso, el alcohol e incluso las drogas (al no penalizar el consumo) y luego llevarse las manos a la cabeza ante los asesinatos de mujeres por parte de sus parejas. Todo lo que implica perder el control, trae estas consecuencias.
Para resolver un problema, hay que analizar todos los datos. Por ejemplo, que muchas de esas parejas vienen de países donde la violencia doméstica es aceptada por la sociedad. Por otra parte, en el momento en que se separa el sexo del amor, la mujer se cosifica y se convierte en una propiedad de su pareja. Además, muchas mujeres golpean habitualmente a los hombres; la cuestión es que no dejan huellas más que en el orgullo, y ellos prefieren seguir recibiendo a denunciar. Pero llega el momento - y de esto conozco un caso cercano - en que se hartan y empiezan a devolver los golpes, siendo entonces denunciados. Dejando aparte los casos patológicos, en los casos de violencia familiar suele haber varios culpables.
Por otra parte, el sexo no es una actividad inofensiva en ningún sentido. Además del riesgo de embarazo y de contagio de enfermedades, existe un cierto juego de poderes dentro de la pareja. Cuando ese equilibrio se rompe puede afectar a toda la relación. El sexo no deja de ser un tema de dominio y sumisión, igual que ocurre con todos los animales. En el caso de las personas, por más que intentemos suavizar la situación, es bien sabido que a algunas parejas les gusta llevarlo al extremo de hacerse caricias más duras, por decirlo de alguna manera. Cuando se ha entrado en esa dinámica animal, no es extraño que se les vaya de las manos convirtiendo toda la convivencia en una batalla. No olvidemos que vivimos en una sociedad acostumbrada a la violencia en las películas y demás.
Es decir, que resulta bastante absurdo andar gastando tinta en hablar sobre la igualdad entre hombres y mujeres, ideología de género y todas esas historias, cuando está claro que lo que nos gobierna en estos temas son las hormonas más que las neuronas, y eso no hay ley que pueda cambiarlo. Lo que hace falta es una educación emocional que implique preocuparse más por los demás, ponerse en su lugar y rechazar todo tipo de violencia; en otras palabras, volver a los valores cristianos. Tampoco estaría mal volver a ligar el amor al sexo y descartar los estimulantes artificiales que no hacen más que complicar las cosas. De ese modo, sí que se atajaría el problema en lugar de promoverlo.