Sabiendo que el tema del paro no es ninguna tontería, en este bonito otoño que hemos tenido, no puedo evitar pensar que la crisis no se nota demasiado. Están las terrazas de los bares llenas, no sólo de gente tomando el aperitivo, sino de personas comiendo, incluso en restaurantes caros. Me pregunto si se dedican al "carpe diem" con sus últimos ahorros, o bien viven de la economía sumergida, o si tal vez siguen la consigna de "vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos". El caso es que, al menos algunos están haciendo negocio todavía. Me temo que lo que ocurre es que la mayoría de los parados son inmigrantes, de esos que hace años invitamos amablemente a venir a España.
Así somos en este país: puede que no haya dinero para ropa o libros de texto, pero nunca falta para sentarse en un bar, o para hacer botellón por todos los parques disponibles. Luego, se pide una beca o una subvención y asunto arreglado. En fin, lo de siempre, Lo triste es que, de ese modo, se está disfrazando el problema real de los que comen en los comedores sociales o duermen en la calle; a la espera de que la clase política se ponga las pilas y empiecen a hacer lo necesario para reactivar la economía. No se trata de una receta mágica o secreta. Está escrita en todos los libros sobre el tema. El problema es que no existe voluntad política para aplicarla.