He encontrado esa bonita viñeta que aparece junto a este artículo. Representa lo que siempre ha sido y será el germen de una familia. Ya sé que, por desgracia, existen niños huérfanos, madres solteras y multitud de divorciados. Son situaciones difíciles que hay que intentar llevar lo mejor posible. Pero el ideal sin duda para la crianza de un niño es contar con un padre y una madre que les quieran. Lo dicen todos los psiquiatras. Los traumas infantiles derivados de haber tenido un ambiente familiar inestable se arrastran toda la vida con consecuencias imprevisibles. Un hijo necesita el apoyo y el ejemplo de al menos una pareja, por supuesto, de distinto sexo, para así poder madurar, definir su personalidad y elegir conscientemente sus opciones en la vida.
Esto sólo dejando aparte el hecho de que las familias no tradicionales suelen ser mucho más conflictivas, al existir cambios frecuentes de pareja, mayor agresividad y problemas psicológicos de los propios padres o madres que acaban afectando a los niños. Además del hecho de saberse diferentes al resto, que ya de por sí resulta muy duro. Por ello, no deberíamos nunca experimentar con aquellos sujetos más sensibles y más importantes de nuestra sociedad, que son, sin duda, los niños. Lo ideal es procurar que cuenten con una familia propia con todos los referentes intactos. De no ser así, que al menos convivan con familiares directos o con parejas que puedan asegurarles una vida normal. Un niño no puede ser el capricho de cualquiera.