Hay cosas que no se olvidan aunque se queden guardadas en el desván de la memoria. Como dicen que sólo utilizamos una mínima parte del cerebro, supongo que existen armarios enteros de trastos que tal vez nunca vamos a volver a necesitar. A veces me da lástima pensar que mis conocimientos de contabilidad o access acabarán en el olvido. Sin embargo, es cierto que, si recordáramos todo, nos volveríamos locos. Tal vez sea mejor así. Viene esto a colación porque estuve repasando francés y me encontré con la sorpresa de que me acordaba bastante a pesar de que han pasado veinte años de que no lo hablo. Una cosa es que se pierda vocabulario y otra que no conserves una cierta estructura musical de la lengua. Por eso, me parece tan absurda la obsesión creciente por el aprendizaje intensivo de idiomas en la infancia.
Basta con tener una buena base y los ingredientes se pueden añadir en cualquier momento. Más que hablar mucho, es importante controlar la gramática, para poder manejarte en cualquier situación básica. Aún así, confieso que mi nivel de alemán nunca ha sido tan completo, y el de árabe nunca dejó de ser elemental; precisamente, porque no aprendí la gramática. Aún así, quiero creer que si me viera inmersa en un ambiente extranjero por circunstancias de la vida no me costaría demasiado adaptarme, hasta el punto de llegar a pensar en ese idioma si fuera necesario. Como no sé si realmente se va a dar el caso alguna vez, tal vez resulte que mis esfuerzos sean una pérdida de tiempo, pero también son una forma agradable de perderlo al menos; y nunca se sabe...