España está alcanzando una hegemonía en ese campo realmente asombrosa, pero no es fruto de la casualidad, sino de muchos años de dedicación y esfuerzo. Actualmente, recogemos los frutos de las subvenciones y los programas de entrenamiento iniciados durante la presidencia de Aznar, (antes de que se le subiera el cargo a la cabeza). El éxito, por desgracia, suele depender mucho del dinero que se invierte y cómo se invierte. Nadal, Alonso, Contador, Pedrosa, la selección nacional de futbol –sin olvidar la de baloncesto, que ya nos hizo campeones mundiales sin que hubiera tanta celebración -. Además de otros equipos de deportes menos conocidos pero no menos meritorios, como puedan ser el hockey, la natación sincronizada, la gimnasia artística o la marcha de atletismo. El caso es que hemos demostrado que, cuando nos ponemos a algo con ganas, podemos hacerlo igual o mejor que cualquiera. Si se trata de arruinarnos, también lo hacemos a fondo.
Ya que la situación del país no es nada halagüeña, ni en el campo económico ni en el social, es una suerte que, al menos, podamos contar con el aliciente que supone destacar a nivel internacional en algún campo. Sin duda, sería más interesante tener una situación saneada, pero tal vez eso no lo disfrutaríamos tanto a corto plazo. Y es que, incluso yo que no soy deportista – ni siquiera de sillón - , me siento bien al ver a mi país tan bien representado. Me encanta que pongan el himno y la bandera e, incluso, que canten la tontería esa de “yo soy español,…” con la música de Kalinka, aunque sea estropear una gran canción. Todo sea por nuestra autoestima nacional que anda demasiado tocada. No es que espere maravillas por los éxitos deportivos de España, pero sin duda es mejor que nada.