Una vez escribí que yo no reniego de mis arrugas, que me las he ganado una a una. Recibí una contestación sarcástica, como era lo habitual en ese blog. No es sólo la apariencia física; es que la vida te va moldeando a través de tus experiencias y sensaciones. Puede parecer que yo he vivido poco, pero desde luego he sentido mucho, y eso me ha hecho como soy. No puedo decir que haya pasado por experiencias límite, pero sí he vivido mis emociones al límite. He sufrido mucho física y psicológicamente, a veces por cosas sin importancia, pero el dolor era el mismo. Todos hemos tenido un simple cólico que nos ha llevado al límite de la resistencia; con el alma ocurre lo mismo. No es tanto lo que te pasa, sino cómo lo vives.
A veces me he sentido despreciada, humillada, odiada y, lo que es peor, ignorada por gente a quien tenía aprecio. La indiferencia es lo que más duele. He pasado también mucho miedo, más por los demás que por mí misma. Estuve, por ejemplo, todos mis embarazos con el temor de abortar, aunque afortunadamente no fue así, pero yo no vivía tranquila. No he tenido ningún accidente grave de coche, gracias a Dios, pero he estado a punto muchas veces y ese temor también forma parte de mí. A veces pienso que la vida es sabia y se asegura de que conozcas todos los caminos, todos los sentimientos positivos y negativos, todos los temores. Tal vez para que, de ese modo, puedas ponerte en cualquier situación en el lugar del otro; para que aprendamos de la experiencia propia y de la ajena.