Ése es el concepto de la educación de los niños en España. Hay padres que son como el "encantador de perros". Pretenden que sus hijos pequeños les sigan al paso, que no levanten la voz y no desordenen la casa. Eso no es un hijo, - ni un perro -, es un robot. Los niños necesitan cierto descontrol para poder desarrollar su imaginación, adquirir destrezas y aprender a hacer las cosas solos. Un niño demasiado controlado es un adulto inútil. En el otro extremo, está los padres "colegas" que hacen la vista gorda siempre que el niño no les moleste. Se han grabado a fuego la máxima - ya pasada de moda - de no traumatizar a la infancia, y la siguen al pie de la letra. No se dan cuenta de que sus hijos tienen un sentido innato del bien y del mal. Es decir, que saben cuándo están siendo malos y, si sus padres no les riñen, piensan que no les importan lo suficiente. Un niño sin educar es un adulto falto de atención y cariño. Otro fracasado social.
¿Tan difícil es dar con el término medio? Si no saben tratar con niños, menos lo van a hacer con adolescentes. Los problemas infantiles te parecen entonces una tontería. Un hijo necesita amor incondicional, pero también desea que le pongan unos límites para ayudarle a ser mejor persona. Si no lo hacen así, acabará aprovechándose de la situación, porque es pequeño pero tampoco es tonto. No hace falta que explique que los hijos que sufren exceso de disciplina tampoco son felices. Hay padres y madres que son verdaderos sargentos del ejército y no tienen ninguna paciencia con los niños. Lo peor no son los gritos, sino el desprecio con que los tratan. No es obligatorio tener hijos y, si no se tiene vocación de padre, es mejor evitarlos. Evitarlos, que no abortarlos. Un bebé intrauterino ya existe. La única receta para educar niños consiste en amor y sentido común.