Curiosa palabra que en otros países de Europa tiene significado; no así en España, donde se considera algo ridículo y desfasado. Por ejemplo, el otro día se me quiso colar alguien en la caja de una tienda y, cuando protesté, la propia dependienta pretendía que esperara otro turno. Yo hubiera supuesto que a ella le daba lo mismo atender a uno que a otro, pero al parecer le caían mejor los aprovechados. He llegado a un punto en que compro toda la comida envasada, para no tener que hacer la cola, porque sé taxativamente que, al menos una de cada cinco veces, algún listo intenta pasar primero. No es despiste, no es descuido, no es mala intención; es el deporte nacional.
Supongo que se trata de un resquicio de la famosa picaresca que constituía un género literario allá por el siglo de oro. Pero, lo que tenía su gracia en tiempos de hambruna, ha dejado de ser comprensible con el paso del tiempo. El otro día una columnista se quejaba de varias situaciones semejantes en un artículo de una revista semanal. Entre las respuestas que recibió encontré una en la que la acusaban de ser una mujer amargada y malhumorada incapaz de comprender "un cierto sentido del humor infantil", de la travesura, que conviene conservar con los años. Por favor, no confundamos la inocencia con la desvergüenza ni la falta de civismo con la astucia; y así tal vez algún día pueda volver a sentirme realmente orgullosa de mi nacionalidad.