Si cuesta imaginar la vida en la Edad Media, mucho más remontarse a la edad de Piedra. Hay que empezar por sentir lo que sería vivir sin una casa donde refugiarse, como animales, moviéndose siempre de un lado para otro en busca de comida y cobijo. Desnudos en verano, vestidos solamente con alguna piel en invierno. Sin apenas armas, a merced de los animales salvajes y sin conocimientos médicos para tratarse. Una vida que todavía llevan el algunos lugares aislados de la Tierra. Hay quien quiere ver en ello un paraíso, pero no pensarían lo mismo si fueran sus hijos los que enfermaran sin un médico en las cercanías. Aún así, se las arreglaban para disfrutar de la vida, tal vez mejor que nosotros que tenemos las cosas más fáciles. En un mundo hostil donde la prioridad era la simple supervivencia, su mayor preocupación sería encontrar algo que comer, y su mayor alegría estar juntos un día más.
En esos albores de la humanidad, eran pocos. Grupos familiares que, a veces, se cruzaban en el camino entre ellos. No existía organización alguna, ni policía, ni ejércitos. Así que cada cual tenía que arreglarselas para proteger a los suyos. Me imagino que apenas se entendían entre diferentes grupos humanos, con las pocas palabras que, además, utilizaban por entonces. Una simple infección dental podía arruinarles la salud. La vida de los primeros humanos tenía poco de idílica. Sin embargo, apenas empezaron a razonar, apareció el pensamiento religioso. Desde que el hombre es hombre, siempre ha buscado algo más, una explicación para la vida, un sentido para la muerte, una razón para seguir luchando. La religión es algo consustancial al ser humano, por más que ahora algunos quieran negar ese hecho dándoselas de civilizados.