Hace años, escribí ya un post con este título. Me refería a los chicos cuyos abuelos habían sido iletrados y cuyos padres pudieron ir a la universidad, convirtiendo a España en uno de los países con mejor nivel educativo de Europa. Sin embargo, esos hijos no han conseguido aprobar la Eso y ahora tendrán que conformarse con trabajos no cualificados; dando así un paso atrás en la historia. Realmente, eso no me parece tan mal. Tal vez les venga bien después de todo. Me preocupa mucho más la falta de valores de nuestra sociedad y la crisis religiosa. Porque todo ello está en la base de una nueva generación perdida, pero a nivel demográfico. Los expertos ya están dando la voz de alarma: a pesar de los inmigrantes (algunos ya se han marchado), nuestro país acabará con crecimiento negativo; a no ser que los jóvenes que tienen ahora sobre treinta años se decidan a formar familias y tener hijos desde ya mismo. Nuestra situación es insostenible a largo plazo.
Frente a ello, nuestro gobierno, fiel a los principios socialistas y masones, prefiere seguir primando el placer inmediato y la eugenesia; es decir, deshacerse de las personas no aptas, los discapacitados, ancianos y niños "no deseados" (como yo, que fui inesperada). Por ese camino, nunca saldremos de la crisis, aunque todo el resto del mundo sí lo haga. Nuestra crisis es interna y crónica. Luego llegan los de siempre a lanzar soflamas inflamadas contra el liberalismo. El otro día oí en una radio musical sin venir a cuento todo un alegato contra el sistema. El recurso fácil a la demagogia barata ha funcionado desde siempre. Los resultados están en los libros de historia. No se puede cambiar algo que más o menos funciona por experimentos sociológicos. Nos va en ello la supervivencia. Lo que necesitamos es un orden social basado en la familia que garantiza, no sólo el bienestar económico, sino sobre todo el de las personas.