Estimado Dr. Morgentaler:
Jesús dijo: ‘El que recibe a un niño en mi nombre, me recibe a Mí’ (Lc. 9,48). ‘Les aseguro que todo lo que hicieran por el más pequeño de mis hermanos, lo habréis hecho por Mí’ (Mt. 25,40). Fue un pequeño niño aún por nacer, ‘quien saltó en el vientre de Isabel…ante la presencia de Jesús en el vientre de María, Su Madre’ (Lc. 1, 41-44).
Estoy luchando contra el aborto a través de la adopción. Miles de preciosos niños libaneses, hindúes, etc, han sido rescatados y han traído amor, júbilo y unión a numerosas familias que de otro modo no hubieran podido tener un hijo. Yo nunca le doy un niño a una familia que ha hecho algo para no tenerlos. Me he unido a la lucha contra el aborto, porque considero que el niño aún por nacer es el más pobre entre los pobres hoy en día, el menos amado, el más menospreciado, el ser ‘desechable de la sociedad’. En cuanto a nuestros votos ante Dios.
Nosotras las Misioneras de la Caridad, nos hemos comprometido a servir gratuita y fervientemente a los más pobres entre los pobres.
El aborto se ha convertido en al mayor destructor del amor y de la paz en nuestros días. He conocido muchas mujeres que se han practicado un aborto y cada vez que ven un niño de la misma edad que el suyo hubiera tenido, recuerdan lo que hubiera sido el suyo.
Pero usted, dr. Morgentaler, aconseja a la gente que no comparta mi punto de vista con respecto al aborto, que no está de acuerdo con su opinión, y siento tristeza por usted, porque un día, cuando vaya a su hogar final ante Dios, me pregunto: ¿Qué respuesta le dará usted a Él? Cuando Él le pregunte: ‘¿Dónde están todos los preciosos niños que Yo había creado para que hicieran grandes cosas, para amar y ser amados, dónde están? ‘Usted teme tener que alimenta a un niño más, educar a un niño más. Sus padres no tuvieron temor, ellos no lo abortaron a usted; al contrario, lo amaron, le dieron alegría de vivir. Tengo miles y miles de niños en todas partes del mundo, y sin embargo ni uno sólo de ellos se ha sentido indeseado o falto de amor de mí.
He experimentado un hermoso milagro del tierno amor de Dios por el niño. Un hombre vino a mí y me dijo: ‘Mi único hijo se está muriendo y el médico ha recetado esta medicina que no se puede conseguir en la India’. Justo mientras estábamos hablando, se nos acercó un hombre con un canasto lleno de medicinas usadas a medias y precisamente encima de todas ellas, encontré lo que necesitábamos. Le miré una y otra vez, pensando asombrada en los millones de niños en el mundo y en la preocupación tierna que tiene Dios por los pequeños de las barriadas más pobres de Calcuta. No salía de mi asombro ante la compasión y el dulce amor de Dios por aquel pequeño.
Ojalá que pueda usted un día experimentar la alegría de amar a Dios y de compartirlo con todos aquellos con quienes se encuentre, especialmente con su familia y con la gente con quien trabaja. Estoy rezando por Ud., que Dios lo bendiga.
Madre Teresa de Calcuta. ‘Misionera de la Caridad’