Así llegué hasta los diez años y la vida me guardaba una sorpresa desagradable: me vino la regla. No era bastante ya con ser considerada la rara del colegio, para tener que ocultarle esto a mis compañeras prepúberes. Además tenía muchos dolores. Aún así, en esos años conseguí hacer un par de amistades especiales, con las cuales ya apenas tengo contacto. Al empezar la primaria, estuve a punto de repetir curso; pero no porque no entendiera, sino precisamente porque lo cogía todo a la primera y me aburría mucho en clase, así que me distraía. Nunca puse mucho interés en los estudios porque no me costaban; y porque, además, no quería competir con mi hermana, que estudiaba mucho y sacaba todo sobresalientes, cosa que a mí no me compensaba.
Así que fui aprobando por los pelos hasta Bup, donde ya empecé a arrastrar asignaturas para septiembre. Pero, cuando empecé letras, recuperé el interés, ya que aquello me gustaba más; y, sobretodo, cuando me cambié de colegio para hacer el Cou y la Selectividad, que aprobé sin problemas. En todo ese tiempo, apenas conseguí mantener un grupo de amigos durante un año. La mayor parte del tiempo la pasaba en mi casa, con la única compañía de mi madre y mi perro. Aún así procuraba ser feliz, ya que no tenían la culpa de mis problemas y no quería preocuparlos. En cuanto a mis relaciones con chicos, empezaron mal -con uno que sólo quería aprovecharse-, y no pasaron de ser esporádicas hasta los veinte años, cuando empecé a salir con mi marido.