Esta película es un documental sobre un sacerdote, aficionado al montañismo, que murió en una escalada hace un año. Su vida fue un ejemplo para todos los que le conocieron. Pablo Domínguez era un hombre de 45 años simpático, vital e inteligente. Tenía un doctorado en filosofía y era profesor de teología. Además escribía libros y daba conferencias, pero le sobraba tiempo para estar junto a todos aquellos que lo necesitaban. Sabían que podían contar con él a cualquier hora del día o de la noche. A pesar de que no se encontraba bien de salud, le sobraba energía para dedicarle a los demás. Su fé era total, y la vivía con tanta alegría que la contagiaba a todos los que le trataban.
Yo no tuve esa suerte, pero sí que cuento con un equipo de sacerdotes en mi parroquia que también son un ejemplo de dedicación y entrega. Especialmente, hay uno más joven que organiza grupos de catequesis desde los ocho años hasta los jóvenes universitarios, de manera que puedan mantener viva su relación con la Iglesia todo el tiempo que lo deseen. Además tienen un grupo de alcohólicos anónimos, una oficina de cáritas, y otro de acompañamiento de ancianos y enfermos; además de su apoyo a la misión. Nuestros sacerdotes están al lado de cualquiera que los necesite, sea cual sea su raza, religión o ausencia de ella. No tienen sueldo; sólo los gastos pagados en la Parroquia. Y no son nada extraño. Representan al 99,99 por ciento de los religiosos católicos en el mundo.