Navegando por internet, me he encontrado con una persona que en un momento dado llegué a considerar mi amiga. Por eso siempre afirmo que las "amistades" en la red son muy relativas. Alguien que un día parece coincidir contigo y apreciarte, al día siguiente puede estar intentando cortarte la yugular. Por suerte, también internet tiene la ventaja del anonimato. No sé qué habría sido de mi vida si mi nombre completo, mi dirección y mi teléfono hubieran estado al alcance de personas para quienes la palabra respeto viene a ser una marca de jabón. Especialmente, me hubiera horrorizado que mi familia directa e indirecta se hubieran visto salpicados por las consecuencias de mis palabras.
Como supongo que acabará cayendo por aquí -si es que no ha caído ya-, me gustaría decirle que pienso que es una verdadera pena que no llegáramos a entendernos. Resulta absurdo pensar que, entre gente que comparte una visión de la sociedad aproximada, puedan surgir muros infranqueables. Pero sobretodo, se me hace insoportable saber que, ni siquiera la defensa del derecho más elemental a la vida del ser humano, pueda ser razón sufiente para derribar todos los obstáculos y poder mantener una relación, al menos, civilizada. En fin, eso ya es pasado remoto y he aprendido mucho desde entonces. Ahora comprendo que no se puede deshacer un adoctrinamiento ideológico de décadas, con unas pocas palabras bienintencionadas. Por eso no admito comentarios.