España venía disfrutando durante más de 25 años de un Estado aconfesional, con más o menos normalidad, cuando Zapatero llegó al poder. Tras la aprobación de la Constitución de 1978 y antes de marzo de 2004, por La Moncloa pasaron cuatro presidentes del gobierno de centro, izquierda y derecha, que con más o menos acierto observaron esto que dice el Artículo 15 de nuestra Carta Magna: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”, un precepto legal que ha conseguido armonizar la libertad y el pluralismo religioso con las tradiciones propias de un país culturalmente cristiano como el nuestro.
Ese marco constitucional de libertad religiosa no ha registrado conflictos hasta que el gobierno de Zapatero decidió crearlos, tan empeñado como está en generar tensión y en destruir los frutos de la Transición, empezando por la propia Constitución. En esa estrategia de minado de nuestro Estado de Derecho es donde hay que situar la nueva patada propinada ayer a un precepto constitucional: Carme Chacón decidió acabar con una tradición de siglos sólo porque no la toleraba una minoría de ultras de izquierda como ella, que hace cuatro años se solidarizó con un rufián que insultó a España con estas palabras: “Que se metan a España en el puto culo a ver si les explotan los huevos. (…) Ojalá les exploten los cojones [a los españoles] y vayan al cielo sus cojones. (…) Se vaya a la mierda la puta España.”
Que una tipa que apoyó insultos tan graves como éstos haya acabado de Ministra de Defensa es algo que dice mucho del ansia de provocación que anima a este gobierno. No nos puede extrañar, en este sentido, que esa misma tipa pretenda darnos lecciones de tolerancia y lo haga -en el colmo de la mofa- prohibiendo por decreto a los militares participar en tradiciones muy arraigadas y que cuentan con un amplio respaldo popular. Bibiana Aído tenía razón en noviembre cuando declaró que “en este país no se legisla desde los púlpitos”. Y tan cierto: desde la llegada de Zapatero al poder, aquí se gobierna por decreto y desde las logias, al dictado de una secta cristianofóbica que quiere hacer de España un país confesionalmente ateo.
Por cierto, la imagen que encabeza estas líneas es el escudo del Ejército de Tierra Español, un águila explayada con la cruz de Santiago en su centro. Obsérvese lo absurdo que resulta que a un ejército que lleva por emblema una cruz se le prohiba participar de las tradiciones cristianas propias de nuestro pueblo. ¿Qué será lo próximo? ¿Prohibirle al Ejército celebrar la Navidad? ¿Prohibirle contar los años desde el nacimiento de Jesucristo? ¿Prohibirle descansar los domingos, por ser fiesta cristiana?
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