Alguien dijo: "si no crees en Dios, actúa como si creyeras". Estamos en un momento de la historia en que el problema no es que la gente no crea, sino que ni siquiera se lo plantean. Cuando alguien rechaza a Dios, al menos está estudiando la posibilidad de que exista, para luego negarla. Pero, cuando la humanidad ni siquiera piensa en ello, desaparece también el concepto de premio o castigo. Es decir, que nuestro paso por la vida es tan temporal, que da exactamente lo mismo lo que hagamos. Podemos dedicarnos a buscar el propio beneficio y olvidarnos de que existe alguien más sobre el planeta.
La religión es un pensamiento natural que existe desde el principio de los tiempos. Ya los hombres primitivos en sus cuevas hacían representaciones de tipo místico intentando comunicarse con la divinidad. A lo largo de la civilización, lo habitual es que se pase de un pensamiento mágico ligado a la naturaleza, a un politeísmo, para finalmente llegar al monoteísmo que practica la mayor parte del mundo. Pero, desde los medios de comunicación y los organismos internacionales se está fomentando la pérdida del sentido religioso; lo cual deja a la persona sola con sus miedos, sus dudas e inseguridades.
Aún suponiendo que yo no creyera en Dios, creo que la religión es algo positivo para los pueblos. Para empezar, es un nexo de unión importante, una actividad social y cultural. Además, sostiene una serie de valores universales que se refuerzan en la mayoría de las religiones existentes como son la honradez, la generosidad o el perdón. Pero, sobretodo, la religión alimenta la esperanza de pensar que nuestros actos no acaban en el vacío, sino que tienen una repercusión en nuestro futuro y el de las personas que nos rodean, de modo que somos parte de un proyecto divino universal y atemporal.