La perversión de las palabras
Uno de los cambios principales que ha traído el siglo es que el lenguaje ya no significa lo mismo que antes. Forma parte de la cultura de la muerte, de la que ya hablaba Juan Pablo II, y está decididamente controlado por la llamada Ideología de género. Según este concepto, las personas ya no pertenecemos a su sexo, sino que tenemos una orientación sexual, que cada cual puede elegir a su capricho. Sobre esta base, todas las relaciones entre la gente han perdido su sentido original; y, con ellas, las palabras que designaban ese tipo de conexiones sociales, como amor, pareja, matrimonio, hijos y familia, han pasado a significar otra cosa. Aunque parezca algo baladí, las consecuencias de la perversión del lenguaje nos conducen a la justificación de actos contra natura, como el aborto o la eutanasia.
Amor
Aunque se trata de un sentimiento universal, aplicamos esta palabra especialmente a las relaciones de pareja. No hay más que encender la televisión para darse cuenta de que, hoy en día, se considera “enamorado” a cualquiera que haya tenido una relación esporádica en un bar de madrugada. El amor se identifica con el sexo y no se concibe sin él. Yo creo que una persona puede estar enamorada tres o cuatro veces en su vida (eso concediendo mucho). Confundir la amistad, la simpatía o la afinidad física con el amor, supone lo mismo que vaciar una naranja y quedarse con la cáscara. Para llegar a conocer la profundidad de este sentimiento hacen falta años de convivencia diaria y superar múltiples dificultades. El otro amor es un sucedáneo sin valor.