Tendría yo unos doce años, cuando descubrí con gran sorpresa que había gente que cortaba los bordes del pan de molde y los tiraba a la basura. En mi casa nunca hicimos tal cosa y ahora nos comemos hasta las tapas. De hecho, no tiramos ninguna comida, a no ser que esté claramente estropeada y suponga un riesgo para la salud. No puedo hacerlo. Es pensar en tirar algo y se me vienen a la cabeza las imágenes de los niños famélicos del tercer mundo de inmediato.
Lo que pasa en este país, es que hemos estado mucho tiempo tirando las cortezas del pan de molde y, no sólo en las familias adineradas, sino en todo tipo de hogares. Porque tomar el pan con bordes estaba mal visto; que era de poca clase, de pobretones. Así se escribe la historia. Por algo dicen que nuestro peor pecado es la soberbia. Va siendo hora de que aprendamos a no tirar la comida, a trabajar en serio y, sobretodo, a no pretender que otro venga a solucionar nuestros problemas.