Algunos pensarán que, ahora que publico libros, quiero acabar con la competencia; pero, ya he escrito varias veces sobre esto. Además, lo mío no son novelas. He visitado una librería y siempre veo los mismos grandes tomos, carísimos, amontonados en primera línea. Son los que más se venden porque, naturalmente, también son los que más se promocionan. El libro se ha convertido en un gigantesco negocio, a pesar de que tanto se dice que en España no se lee lo suficiente. Se lee demasiado de algunas cosas sin calidad ni sentido, y demasiado poco de otras mucho más valiosas: los grandes clásicos, por ejemplo, o las novelas de bolsillo sin pretensiones. El interés de un libro no suele ser proporcional al diseño de su portada o el lujo de la encuadernación.
Los best sellers que han copado las estanterías en los últimos años, vienen a ser réplicas de lo mismo repetidas una y otra vez: conspiraciones del pasado, con sacerdotes -como no- malísimos, planos secretos para tesoros escondidos; o bien, historias macabras que mezclan política y sexo en grandes cantidades. No me gastaría, desde luego, un euro en esa clase de libros -y son por lo menos veinte euros. Para eso, prefiero las novelas de literatura juvenil que resultan ser más interesantes, y también más positivas, en general. Alguien debería hacer limpieza en el mundo editorial; y ese alguien supongo que habrá de ser el público. La gente no debería dejarse engañar comprando esos grandes tomos -que apuesto a que dejan a medias-, y buscar algo diferente.