Tanto hablar de liberación y ahora las mujeres están más esclavizadas que nunca. Por una parte, por la obligación de destacar en el trabajo sin descuidar la familia. Por otra parte, por la necesidad de vernos siempre guapas. Este mandamiento se aplica de forma especial a las mujeres trabajadoras, y se vuelve más exigente cuanto mayor es la responsabilidad del puesto de trabajo. Una mujer eficaz tiene que ser sexy.
¿Hasta qué punto se ofrece excitación hormonal dentro del curriculum de una ejecutiva?, ¿están justificados los modelos propios para hacer la calle, cuando se trata de una profesional de éxito?, ¿se puede triunfar sin hacer esa clase de concesiones personales?. Yo pensaba precisamente que había que desterrar esa imagen de mujer triunfadora, devoradora de hombres, que a saber si ha conseguido su puesto mediante favores sexuales.
Pero, no sólo no disminuye, sino que aumenta esa imagen de la mujer trabajadora; en parte, creo yo, por simple competición entre ellas. Lo que sí está decreciendo es la edad en que las niñas empiezan a ejercitar su sex appeal, sin ser conscientes de las consecuencias nefastas que puede llegar a traerles en un futuro cercano. He leído que la hermanita de Hanna Montana se dedica a desfilar con lencería -con ocho años.
Mientras, empiezan a fabricar zapatos de tacón para niñas de seis años. Aparte de que les destrocen los pies -todavía en crecimiento-, es bien sabido que, tanto los tacones como la lencería, son elementos de contenido erótico. Ahora que la corrupción de menores parece que va a desaparecer como delito, porque ya no quedan límites entre diversión y acoso; la imagen de la niña está cada vez más sexualizada. Tal vez sería mejor liberarse de la liberación.