Una pareja de adolescentes van a cruzar la calle. Él la sujeta del brazo, porque venía un coche y ella andaba un poco despistada. Yo también soy muy despistada y mi marido siempre me agarra para cruzar la calle; al igual que yo, instintivamente, todavía me preocupo cuando cruzo la calle con mis hijos. A la pequeña, a veces la sujeto, pero procuro no hacerlo, no sea que sus compañeras le digan que va de la mano de su madre. El instinto de protección es algo consustancial a todo ser vivo, muy especialmente cuando tiene una familia, personas que le importan o de su propia sangre. Incluso, los pájaros son capaces de jugarse la vida por proteger a su prole; cuánto más un ser humano. Y no existe ser vivo más dependiente e indefenso que el que se encuentra todavía en gestación. Por eso el aborto es algo antinatural.
A lo largo de la historia, los hombres han luchado y han trabajado hasta la extenuación para mantener y proteger a sus familias. Siendo así, no es extraño que conserven aún ese instinto tan despierto. Sin embargo, hay mujeres que se consideran humilladas por el hecho de que un hombre quiera ayudarlas o protegerlas; lo cual provoca situaciones incómodas o tensas. Que tu pareja te agarre para cruzar la calle no significa que piense que no sabes cruzar sola, que eres tonta o menor de edad. Simplemente, quiere decir que te quiere y se preocupa por tí de la mejor manera que sabe. Sentirse ofendida porque te abran la puerta o te ayuden a ponerte el abrigo, lo que denota es un gran orgullo e inseguridad personal. La vida está hecha para vivirla y disfrutarla; no para tener que estar demostrando todo el tiempo que eres autosuficiente.