Corrían los años ochenta, cuando yo admiraba profundamente a este cantante. Pianista genial y además autodidacta, le consideraba un verdadero genio. Bien es sabido, que los genios suelen estar mal de la cabeza y Elton John no iba a ser la excepción a la regla. Tras sus presuntos coqueteos con las drogas y relaciones sentimentales de todo tipo, acabó dedicándose a una buena causa: la lucha contra el Sida.
Todo ello le habría dotado de una aureola de leyenda que él mismo acaba de destruir. Ese absurdo ataque contra Jesucristo le ha puesto frente a mil millones de cristianos en todo el mundo. Tal vez a él ya le dé todo lo mismo, pero la historia ahora tiene otra página sucia por culpa de Elton John.