"Elegimos al ser amado para cubrir nuestros deseos, que nos dé lo que no tuvimos o reencontrar algo del amor que sí nos dieron. Amamos y deseamos a otro porque queremos aquello que nos puede dar. Pero para que pueda cubrir lo que nos falta, tenemos que reconocer primero en qué consiste esa carencia.
La pareja ideal es aquella que mejor se adecua a nuestras características psicológicas y nosotros a las suyas. Tenemos que compartir proyectos vitales y ser capaces de superar las inevitables crisis, lo que implica apoyarse mutuamente. No debe ser una persona idealizada, sino amada en su dimensión de ser humano, con carencias y defectos. Todos los tenemos. Encontraremos a esa pareja en la medida en que no le exijamos que se acomode a idealizaciones excesivas. Nadie puede colmar todas nuestras necesidades. En principio, si lo hiciera, el deseo se agotaría. Por ello, tendremos menos margen de error si previamente hemos construido una identidad no demasiado conflictiva. Es difícil que nos encontremos bien con alguien si no lo estamos con nosotros mismos. Para ser queridos, hemos tenido que aprender a querernos previamente con todas nuestras limitaciones, lo que nos ayudará aceptar las de la pareja.
Resolver conflictos anteriores.
Llevaban 30 años juntos y programaban un viaje para celebrarlo. La idea se le había ocurrido a él. Cuando Alberto se lo propuso a Laura, ella le dijo: “Eres el hombre de mi vida”. A lo que él contestó: “Estamos en paz, tú eres la mujer de la mía”. No había sido fácil conquistar esa situación. Los dos habían luchado por construir una relación sólida, en la que podían apoyarse mutuamente. Para ello, cada uno, por su lado, había tenido que resolver cuentas antiguas. Laura se casó muy joven y su primer matrimonio acabó en divorcio. Después se enamoró locamente de Alberto, con el que se casó. Cuando llevaban cinco años juntos, todo comenzó a deteriorarse. Ella no le soportaba, sentía que la controlaba y que la agobiaba. Entonces cayó en una depresión y las discusiones se convirtieron en el pan de cada día. Llegados a un punto, decidieron iniciar una psicoterapia de pareja. Allí descubrieron antiguos conflictos y construyeron una relación sin tantas deudas con el pasado.
Laura hizo consciente que el mismo motivo por el que ella se había enamorado de Alberto era el que después no podía soportar. Había sido un hombre protector, lo que a ella le gustaba, pues siempre se había sentido muy desamparada. A raíz de la prematura muerte de su madre, ese sentimiento se acrecentó y, lejos de reconocer lo que necesitaba de su pareja, sentía sus atenciones como un agobio. Descargaba sobre él la rabia que no había podido proyectar sobre su madre. Cuando reconoció su deseo de ser protegida, le pareció que estaba con el hombre ideal para cubrir algunos de sus deseos.
El mejor regalo de todos. La psicoterapia le sirvió para comprenderse mejor, lo que la liberó de síntomas que la hacían sufrir. Además, descubrió que el hombre que se encontraba a su lado era el de su vida. Alberto, por su lado, no soportaba que Laura se encontrara mal, pues le evocaba una madre muy enferma, a la que siempre había tratado de compensar cuidándola, pero que a la vez le provocaba rechazo. Cuando Laura estaba triste, él la agobiaba con sus cuidados y asfixiaba la posibilidad de que ella expresara su malestar. Desde que la conoció, sabía que era la mujer de su vida y no quería verla sufrir. Ambos habían luchado por su relación y habían obtenido el mejor premio: un amor para toda la vida.
El amor a otro se construye y viene determinado por nuestros primeros amores: los padres. Si no hemos tenido “suerte” indagando en nuestro psiquismo, el modo de amar y ser amados, puede cambiar.
¿Qué nos pasa? Es probable que hayas encontrado al hombre o a la mujer de tu vida si sientes que:
• Ocupas en para él/ella un lugar único y especial, te valora como persona y te quiere como pareja.
• Te apoya en tus proyectos personales, ya que no tiene miedo a que no dependas exclusivamente de él o ella. Se fija en los cambios que haces y no te abandona cuando tienes problemas. Del mismo modo, no le/la criticas cuando atraviesa por dificultades.
• Puedes compartir la educación de los hijos y os ayudáis en la tarea que tenéis como madre o como padre. También podéis pediros lo que es importante para ambos, porque no os exigís lo que no podéis daros.
• Os escucháis el uno al otro, porque no tenéis miedo a las dificultades que os pueda plantear la vida, sobre todo en el terreno emocional.
¿Qué podemos hacer? Una relación de pareja fructífera y gratificante no se hace sola, hay que esforzarse. Conviene revisar los pilares en los que se asienta ese amor: el entendimiento sexual, la valoración del otro en algo que nos parece único y la capacidad para compartir rituales de la vida cotidiana.
• En lo fundamental, hombres y mujeres no esperamos del otro cosas muy diferentes: que nos respeten, que nos quieran como somos... Nos diferenciamos en la forma de pedirlo.
• Cuanto mayor sea el conocimiento personal que tengamos de nosotros mismos, más cerca estaremos de encontrar en la pareja lo que buscamos.
El amor de mi vida. Isabel Menéndez. Revista Mujerhoy. 15 de enero 2010