Hace
veinte años, un sistema político, ideológico y económico quedaba enterrado bajo
los cascotes del mismo muro que tuvo que edificar para garantizar su
existencia. Posiblemente la mayor estafa de la Historia, el socialismo, recibía
con estrépito el aluvión de pedradas físicas y morales de un montón de seres
humanos que desmentían de una sola vez que el Paraíso pudiese edificarse a
partir del Materialismo Histórico.
Dos
decenios después, algunas cosas siguen vivas. La facilidad de la izquierda para
reinventarse ha sido pasmosa, y la capacidad de sus profesionales de la
Política para montarse en extraños
trenes que les permitan seguir viviendo de ella, propia de supervivientes. La
lucha de clases, la dictadura del proletariado, y los planes quinquenales ya no
valen como arengas de barricada, otros
mantras toman el relevo. Pero a fin de cuentas,
la supremacía del Estado sobre el individuo, la reducción de la persona
a miembro de una colectividad, el afán de igualarnos en lo moral e ideológico,
la obsesión por la uniformización, la querencia por educar al ciudadano desde
las instancias públicas, la cosificación de la persona…siguen de pie.
Yo
no creo en nada de eso, sino en todo lo contrario. Por eso soy de derechas.
Yo
soy de derechas, pero no sólo porque no creo en ninguno de los ladrillos de
aquel muro, sino porque además me adhiero con entusiasmo a los que erigen el
edificio de la sociedad abierta.
Yo
creo en la Libertad y sobre todo, creo en las personas.
Creo
que las personas son los únicos titulares de derechos. No creo que existan los
derechos de la nación, de la patria, de la colectividad, ni de ninguna clase
social. Yo creo en los derechos de las personas, que no pueden ni deben decaer
ante entelequias que unas veces son mitos, y otras forzadas obras de ingeniería
social. Por eso soy de derechas.
Creo
en la Libertad, no en la Igualdad. La Igualdad no existe, es extraña al Mundo
en el que vivimos a todos los niveles, desde el atómico al animal pasando por
el celular. Creo en la capacidad del ser humano para mejorar su posición, para
buscar su propio camino, explorarlo, recorrerlo, llegar a la meta y hacer de la
vida una experiencia apasionante. No creo que el Estado pueda proporcionar todo
lo que sólo se puede llegar a apreciar cuando se ha conseguido desde el
ejercicio del albedrío y la superación personal. Por eso soy de derechas.
Creo
en el mérito, no en las ficciones. Lo que no existe no puede fabricarse con
sólo mencionarlo, ni ninguna Ley podrá jamás crear raseros imposibles. Las
cosas no aparecen con sólo nombrarlas, y la palabra “aprobado” significa lo que
significa. Que califiquemos a alguien de “apto” jamás le convertirá en ello si
no lo es. Yo creo que las palabras designan conceptos, no que los conceptos
puedan retorcerse para encajarse en las palabras. Por eso soy de derechas.
Quiero
reír, pero sé que alguna vez me tocará llorar. No quiero que ningún ente sea el
encargado de proporcionarme momentos de risa que jamás tendrán la gracia de las
fiestas que yo organice; ni deseo que
nadie esté pendiente de que no me caiga y evitar mi llanto. Quiero hacerme
feliz, y jugarme no llegar a serlo, poner mi vida en el envite, y ganar o
perder; ejercer mi Libertad asumiendo las consecuencias de equivocarme. Quiero
ser adulto. Por eso soy de derechas.
No
creo que haya altar en el que pueda sacrificarse al hombre, ni su condición de
ser único, original e irrepetible. No hay una sola vida inútil, ni es ético
subordinarla, inmolarla, ni tirarla por la ventana a cambio de su inclusión en
una maquinaria que pretendidamente persigue el bien común. Para mí los seres
humanos no son tuercas, son máquinas en sí mismos. Por eso soy de derechas.
Yo
no creo que nadie pueda arrogarse el derecho de decidir en qué principios han
de educarse mis hijos. Creo que soy yo quien tiene la responsabilidad de
procurar que tengan una moral y quien les muestre que efectivamente, existen
muchas formas de ver las cosas. Pero sin prejuicios, etiquetas ni maniqueísmo,
porque si tolero que se eduque a mis hijos, sé que mañana será inevitable que
quien les educó le diga cómo han de pensar. Por eso soy de derechas.
Yo
no creo en la Política, yo creo en la sociedad, y por eso soy de derechas. No
me parece que los que administran el dinero que gano trabajando puedan decidir con
esa soltura sobre mi hacienda, mi salud y mi existencia. No tolero que me
impongan estilos de vida, que me obliguen a aceptar que ellos saben lo que es
bueno para mí, ni que estén en una posición de superioridad. Ellos son mis
servidores, eligieron esa profesión como yo elegí la mía. Yo les pago, y su
único trabajo es poner las condiciones para que yo, en el ejercicio de mi
libertad, tenga la oportunidad de buscar mi propia felicidad.
Porque
yo no creo que el Estado deba controlar a las personas, yo creo que las
personas deben controlar al Estado. Por eso soy de derechas.
Por
todas estas cosas, y tantas otras, cayó aquel muro. Unos tratan de taparlo,
otros no quieren recordarlo.
Oscar Molina Mar