Millones de personas han sido abortadas en todo el mundo desde que se empezó a legalizar el aborto, primero en los países socialistas y finalmente en el resto. Este genocidio silencioso se está llevando a toda una generación y ha provocado más víctimas que Hitler, Stalin o el mismo Sida. Sin embargo, muchas personas se niegan a pensar en ello mientras no les incumba personalmente. Muchos todavía siguen pensando que un embrión es un montón de células, aun cuando existan medios científicos suficientes para fotografíar a esos niños desde el momento de la concepción.
Llevo años repitiendo que el ser humano existe desde el momento en que el óvulo y espermatozoide se funden e intercambian su adn. Entonces ya existe alguien nuevo y absolutamente diferente de cualquiera que haya existido antes o existirá después. Eso no es nada que diga en la Biblia. La ciencia lo ha demostrado sobradamente. El aborto no es un tema religioso, es un dogma de la moral universal, aceptado en todos los países y culturas desde que el hombre alcanzó la inteligencia. Estoy convencida de que muchos votantes socialistas, especialmente en Andalucía, están horrorizados ante esta situación, pero no se atreven a decir nada.
Tener un hijo es lo más grande de la vida. Aquellos que, por circunstancias, no consiguen tenerlos se vuelcan en los hijos de sus amigos. Ver crecer a un niño es aprender a vivir de nuevo. Aunque no fuera más, los hijos aseguran el relevo generacional imprescindible en cualquier sociedad. Estar permitiendo que en España aborten cada día decenas de mujeres es hipotecar nuestro futuro social y económico, por no hablar del daño psicológico que sufren ellas. La mujer tiene derecho a dar a luz a su hijo. Desde el momento del embarazo, realmente ella ya es madre, el hombre que la inseminó ya es padre, y los padres de ambos ya son abuelos.
Nadie dijo que la vida fuera fácil pero precisamente ahí reside su encanto. En un momento dado, tener un hijo puede resultar algo molesto o complicado, pero a la larga compensa sobradamente todas las dificultades. Eso lo sabe cualquiera que haya sido madre o padre. No hay nada en el mundo que pueda hacerte más feliz. Por eso no podemos cerrar los ojos ante la manipulación que sufren esas mujeres para incitarlas a abortar, ni podemos permitir el inmenso negocio que se alimenta a partir del aborto. Si matamos a nuestros hijos, qué no seremos capaces de hacer. El doctor Mengele debe estar feliz, ya que no han hecho más que desarrollar sus teorías. Si todavía te importa todo esto, VEN A LA MANIFESTACIÓN.