Me pregunto si soy la única que siente vergüenza ajena ante los anuncios que cada vez proliferan más sobre complementos alimenticios, dietéticos y medicamentos dirigidos a la mujer. Parece ser que la hembra del ser humano es absolutamente incapaz de realizar sus funciones digestivas con normalidad. En otras palabras, somos todas unas estreñidas, eso sin contar las que tienen gases que les amargan la vida, hemorroides y picores genitales. Qué pena.
Ahora echo de menos a las feministas radicales protestando por la degradación de la imagen de la mujer en la publicidad. O es que realmente sucede así y yo soy la última mujer sobre el planeta que no tiene problemas para ir al baño. Parece ser que el stress tiene mucho que ver en esas patología y yo desde luego llevo una vida bastante relajada. Ahora comprendo por qué se ve tanta mujer con cara avinagrada por la calle, que parece que les deben y no les pagan.
Sin embargo, la verdad es que no creo que la cosa sea tan grave. Pienso más bien, como siempre, que lo que se mueve detrás son inmensas cantidades de dinero conseguidas a base de convencer a la gente de que consuma productos innecesarios. Lo cual por otra parte está demostrado que es perjudicial para la salud a largo plazo. El cuerpo que se acostumbra a depender de complementos, es incapaz en adelante de funcionar bien sin su ayuda.
Así que desde aquí quiero reclamar la verdadera liberación de la mujer. No más conversaciones escatológicas (uf, me siento hinchada, es que no voy bien...), no más malas caras que hagan pensar tonterías a los publicistas. Vamos a empezar a ahorrar desde hoy dejando el bifidus, la fibra y todos los inventos maravillosos que nos van a salvar la vida, en las estanterías. Lo que hay que recuperar es el placer de la comida sana en buena compañía.